lunes, 26 de septiembre de 2011

Derrota


Visualmente solo unos metros separaban a dos jóvenes que parecían desconocidos el uno para el otro. Esa era la apariencia, si que se conocían, no habían muros ni barreras a simple vista para poder cruzar sus miradas, como tantas veces habían hecho ya antes. Aquellas apariencias se desvanecían en el preciso instante en el que se miraba más allá de lo meramente perceptible, esa distancia de quizás dos pasos o un solo giro de cabeza. Aquello era más, mucho más que simplezas como caminar esa distancia que los separaba, ir como tantas otras veces y abrazar y mantener una placentera conversación sin más, como cualquier amigo en un día cualquiera de su vida.
No se trataba de eso, si no de la imposibilidad de hacer nulos los obstáculos que los separaban, plantarse frente a frente, mirarse en silencio y mantener una cuerda tensa, tanto que estaba rota. No había manera de unirla, no estaba la otra mitad pero si las herramientas para hacer de esas dos partes una sola, como siempre estuvieron sus vidas, unidas.
Sin la otra mitad de la cuerda el joven no encontraba sus sentimientos, quizás se quedaron en la mitad desaparecida tirando hacia una nueva unión en solo una realidad. Se sentía mal, la culpa recaía sobre él, había roto esa cuerda con su despreciable actuación. Desde aquella aun mirándose en el espejo se reconocía, como si padeciese un trastorno psicológico que no le permitiese recordar nada de aquel extraño. Solo podía asegurar que andaba zombi por una vida que ahora le parecía sin sentido, sin ese que tanto le enseño a esa otra joven que ni le hablaba ahora y de la que no sabía nada.
El solo se torturaba, en sus pensamientos solo aparecían ella y la amargura del recuerdo de aquellos atroces actos y su condena de tener que querer en silencio y no poder decirle cuanto le quería.
Sus últimas palabras fueron un sentido “te quiero” que esperaba llegase a ablandar más de un corazón.

ASL

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