Visualmente solo unos metros separaban a dos jóvenes que
parecían desconocidos el uno para el otro. Esa era la apariencia, si que se
conocían, no habían muros ni barreras a simple vista para poder cruzar sus
miradas, como tantas veces habían hecho ya antes. Aquellas apariencias se
desvanecían en el preciso instante en el que se miraba más allá de lo meramente
perceptible, esa distancia de quizás dos pasos o un solo giro de cabeza.
Aquello era más, mucho más que simplezas como caminar esa distancia que los
separaba, ir como tantas otras veces y abrazar y mantener una placentera
conversación sin más, como cualquier amigo en un día cualquiera de su vida.
No se trataba de eso, si no de la imposibilidad de hacer
nulos los obstáculos que los separaban, plantarse frente a frente, mirarse en
silencio y mantener una cuerda tensa, tanto que estaba rota. No había manera de
unirla, no estaba la otra mitad pero si las herramientas para hacer de esas dos
partes una sola, como siempre estuvieron sus vidas, unidas.
Sin la otra mitad de la cuerda el joven no encontraba sus
sentimientos, quizás se quedaron en la mitad desaparecida tirando hacia una
nueva unión en solo una realidad. Se sentía mal, la culpa recaía sobre él,
había roto esa cuerda con su despreciable actuación. Desde aquella aun
mirándose en el espejo se reconocía, como si padeciese un trastorno psicológico
que no le permitiese recordar nada de aquel extraño. Solo podía asegurar que
andaba zombi por una vida que ahora le parecía sin sentido, sin ese que tanto le
enseño a esa otra joven que ni le hablaba ahora y de la que no sabía nada.
El solo se torturaba, en sus pensamientos solo aparecían
ella y la amargura del recuerdo de aquellos atroces actos y su condena de tener
que querer en silencio y no poder decirle cuanto le quería.
Sus últimas palabras fueron un sentido “te quiero” que
esperaba llegase a ablandar más de un corazón.
ASL
ASL