lunes, 1 de marzo de 2010

Dia lluvioso



Caminaba por una larga avenida, la lluvia que esa tarde caía con fuerza, le calaba hasta los huesos pero no le importaba. Iba sin rumbo, las luces de las farolas eran las únicas que le marcaban el sendero a seguir, las únicas que no le abandonaron en aquel paseo.




Nada ni nadie le molestaba en su camino, le bastaba con la música que resonaba fuerte en sus oídos, música de esa que hacia olvidar, triste o alegre según en el momento de tu vida en que te encuentres. Para el todo en ese día era gris, un gris que teñía todo de una tristeza insostenible como esa que hace mucho tiempo dejo atrás, que prometió que nunca más volvería a ir a buscar a ese cajón, en el que guardó otros tantos sentimientos que le hirieron, que le hicieron cambiar, ser otra persona, sin miedo a vivir, con el optimismo por bandera y una sonrisa siempre en su cara.




Sin embargo, ahora se miraba y no veía nada más allá de un foco de tristeza, el mismo muchacho que fue hacía mucho tiempo y que ya todo el mundo daba por muerto. Que nadie veía. Sin embargo, volvió a salir y lo hizo para darse cuenta de que no merecía la pena poner malas caras o simplemente vivir sin alegría, que las cosas pasarían solas. Que no hay que forzar nada, que lo que tenga que ocurrir ocurrirá y que al mal tiempo buena cara. Así que las luces de la avenida dejaron de guiarle y paso a trazar su propio mapa.




ASL

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